El deseo es impulsivo y puede convertirse en una obsesión si no lo conseguimos. Se puede expresar como codicia, hambre, celos, apego, la fijación la positividad, insaciabilidad y el materialismo. Una sensación de insatisfacción, insuficiencia y la necesidad de tener puede dirigirnos hasta esclavizarnos.
Creemos que cuando deseamos algo fuertemente es mucho más probable que se cumpla, que el deseo nos acerca a aquello que queremos y que si soltamos el deseo no lo vamos a conseguir, pero, ¿Cuantas veces hemos conseguido lo que necesitábamos sin ni siquiera hacer el esfuerzo de desearlo?
La sensación subyacente de carencia y pensamiento de «no tengo» sostenido en nuestra mente puede alejarnos, precisamente, de nuestro objetivo.
También debemos preguntarnos que motiva nuestro deseo, si hemos elegido cumplirlo conscientemente o bien está motivado por algún programa o sistema de creencias que nos dirige de forma inconsciente.
La mayoría de las veces lo que está provocando que no manifestemos nuestras metas, es alguna información que se nos escapa, una decisión interna creada en el pasado, una app instalada en el inconsciente que nos limita y bloquea la materialización de nuestras propósitos. Nuestros esfuerzo e intentos pueden llevarnos al desgaste a la frustración de ver que el resultado es el mismo de siempre. Entonces la frustración nos invade, y cada vez nos cuesta más volver a creer que «eso» va a ocurrir. Al final, si pasa muchas veces, podemos caer en un circulo vicioso de impotencia y fracaso.
Al conocer nuestras motivaciones inconscientes, podremos cambiar la información limitante por otra información potenciadora, y así decidir nuevos caminos para conseguir nuestros propósitos. Entonces, el esfuerzo se convierte en sensación de poder y confianza. Certeza de que se darán los pasos necesarios, para manifestar lo que se quiere fácilmente.